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Texto: Juan Camilo Gallego Castro - Fotografías: María Paula Durán

Narcilo Rosero, el hombre que dice: “¡Buenaventura se respeta, carajo!”

Rosero es uno de los once líderes del Comité Ejecutivo del Paro Cívico de Buenaventura, y uno de los encargados de continuar con la lucha por el territorio que abanderó el líder Temístocle Machado, asesinado el 27 de enero de 2018.

Narcilo Rosero estudió en el Colegio Pascual de Andagoya. Allí se vinculó a la Juventud Patriótica y a otros movimientos juveniles, desde los que empezó a trabajar por Buenaventura.

Narcilo Rosero se levanta a las cinco de la mañana, abre la llave y se dedica a recoger agua durante las únicas tres horas en las que se presta el servicio en Buenaventura, esa ciudad del Pacífico colombiano en la que llueve siempre, en la que hay nueve cuencas hidrográficas y en la que su gente no tiene agua. Él, de 61 años, lleva tres décadas peleando para que su comunidad tenga agua todo el día. Como no lo ha logrado, sigue bañándose a totumazos.

Los primeros días de junio podrían resumirse con la monotonía de la lluvia que aparece en la mañana o en la tarde o en la noche. Cada día. Así con Narcilo: se la pasa de reunión en reunión, de evento en evento, de aquí para allá, menos en su casa. Él está siempre afuera, seguido de cerca por dos escoltas y una camioneta que lo protegen desde febrero pasado, poco después de aquel 27 de enero en el que dos tipos fueron hasta el parqueadero de su compañero de lucha Temístocle Machado, y le dispararon por la espalda.

El miedo es contagioso. Contagioso y democrático. Llovieron las amenazas para los once integrantes del Comité Ejecutivo del Paro Cívico de Buenaventura: aquella movilización masiva que unió a 117 organizaciones y que desde el 16 de mayo de 2017 logró detener el puerto de esa ciudad, el más importante de la costa del Pacífico, durante tres semanas. No podía ser que esos barcos gigantes, que llegan y se van con carga, le dejen 5,4 billones anuales al fisco del país y los 380 mil habitantes de la ciudad ni siquiera tengan agua. Lo mínimo, carajo. “¡Buenaventura se respeta, carajo!”, gritaban y gritaban. Y luego mataron a Temístocle, el símbolo de la lucha por el territorio ancestral de las comunidades negras.


Durante tres semanas el puerto estuvo detenido. El 5 de junio del 2017, luego de tres semanas de paro y de una larga noche de negociaciones, se acordó la creación de un fondo económico exclusivo para Buenaventura.



El 15 de junio pasado Narcilo donó al Banco de la República de Buenaventura sus archivos, en los que evidencia su lucha por el acceso al agua y los servicios públicos. Gersaín Díaz, su amigo y también líder del Comité ejecutivo del Paro Cívico, explicó que esos documentos les ayudarán a conocer parte de la historia del puerto y a recordar a Temístocle: “Su muerte visibilizó el problema específico de la lucha por la tierra y hoy la lidera la mesa de territorio del Comité”.

Esa tarde Narcilo regresó al Banco de la República y escuchó a Orlando Castillo: un hombre diminuto y de gestos severos, que creó con la gente de su barrio el Espacio Humanitario Puente Nayero, algo así como un escenario para recordarle a la guerra que ni la gente ni las calles ni las casas ni la música, ni nada, le pertenecen y que no es bienvenida. Cerraron por lado y lado su barrio y se declararon neutrales. Les tomó tres meses sacar a los paramilitares, convencerlos de que no estaban dispuestos a ser parte de su guerra. A regañadientes se fueron unos; otros se quedaron y dejaron las armas. Al final del conversatorio Narcilo pidió la palabra y con ellas terminó el evento.

“Nosotros estamos discutiendo un modelo que nos impusieron. Por eso es tan dura la lucha, lo que ha pasado y lo que viene”, dijo. Luego llamó a uno de sus escoltas y se marchó a su casa. Allá me ofreció un tinto. Ni siquiera hizo el intento de abrir la llave cuando iba a prepararlo. Sabía que no había agua.

“El Estado ha sido mezquino y negligente con los bonaverenses. En otras partes adonde me invitan, abro la llave y me baño. Aquí no, acá me tengo que bañar con totuma. Por eso me da rabia”.


El líder Temístocle Machado lideró la lucha por la titulación del territorio ancestral de las comunidades negras de Buenaventura. En 2016, el Centro Nacional de Memoria Histórica digitalizó su archivo, conformado por 90.000 folios. Esos documentos tienen información valiosa para demostrar la propiedad de las tierras en disputa.



Esa noche le pregunté a Narcilo si en Buenaventura hay líderes que continúen con la lucha de Temístocle. “En los archivos que dejó se define el futuro de Buenaventura, si el territorio es de sus pobladores. En la mesa de territorio del Paro Cívico los compañeros siguen con el tema”, respondió.

Al día siguiente Rodrigo Machado, hijo de Temístocle, explicaría desde el mismo parqueadero en el que murió su papá, que la suya es una familia de líderes: primero fue su abuelo, luego su padre y ahora él. “Voy a continuar con el liderazgo porque se perdió parte de él. Uno de los fines por los que mataron a mi papá era generar miedo en la comunidad: intimidar a las personas que se oponen a los que se quieren apropiar del territorio”. Pero eso sería al siguiente día.

Esa misma noche en su casa Narcilo contó, rodeado de sus sobrinas, cómo el Paro Cívico logró que el Gobierno nacional se comprometiera a crear un fondo, con un monto inicial de 1,5 billones de pesos, para resolver el problema del acceso al agua. Tendrá una década para cumplir lo acordado.

Cuando hablamos de las amenazas a los líderes sociales, que hoy son noticia de todos los días, Narcilo respondió: “No tengo temor”, mientras sus sobrinas respondían que ellas sí. Y siguió: “Quieren que uno se muera de susto, que me quede callado”.

Luego se levantó de su silla y dijo: “Vamos”. En su camiseta verde se leía: “Buenaventura se respeta, carajo!”.


Gracias al Paro Cívico, que tuvo como lema “¡Buenaventura se respeta, carajo!”, Narcilo Rosero y los otros líderes, lograron que el Gobierno se comprometiera con 350 mil millones de pesos para invertir en los servicios de acueducto y alcantarillado, y 25 mil millones de pesos para los acueductos rurales de Buenaventura.



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