Menú

Texto: Harold García - Fotografías: Daniel Sarmiento

El roble de los Montes de María

El pasado 23 de octubre murió a los 84 años, Jesús María Pérez o ‘Chucho’, el defensor de la memoria campesina de esta región del Caribe colombiano, y quien se enfrentó toda su vida a la imposición, la tiranía y las injusticias contra los campesinos. Meses antes, en junio, habíamos estado en su casa, reconstruyendo su historia de liderazgo. Homenaje.

Jesús María Pérez vivía en la única casa rosada de Palmitos (Sucre). Cuando su salud se lo permitía, se levantaba a las cinco de la mañana, abría la ventana y se preguntaba si ese día sería bueno para ir al terruño, en el que tenía un policultivo de verduras.

A pesar del cáncer que lo aquejaba, Jesús María Pérez estaba siempre de buen ánimo. El miércoles 13 de junio, 132 días antes de su muerte, lo visitamos en su casa en la vereda Palmitos, del municipio San Antonio de Los Palmitos (Sucre). Era un día brillante y soleado en el que ‘Chucho’, como todos lo llamaban, no paró de hablar y sonreír. “Los grandes momentos reclaman palabras”, decía este líder de los Montes de María, quien dedicó su vida a defender los derechos de la gente del campo. Además, fue uno de los fundadores históricos de la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos).

Tenía 84 años y cada día permanecía más quieto y callado. Su esposa explicó que, desde que le descubrieron un tumor en el estómago, el 30 de diciembre de 2017, debía guardar reposo. Todos los días tenía que desplazarse durante dos horas, hasta Sucre, para recibir quimioterapia, y eso lo mantenía agotado. “Es un roble”, decía Soledad para reafirmar la fortaleza de este hombre que durante décadas peleó, con ideas, por una reforma agraria justa en su territorio.


Vivió más de 60 años con su esposa Soledad Acosta. Tuvieron un matrimonio sano y duradero, decían ellos, porque compartían sus luchas y admiraban profundamente el trabajo del otro.




‘Chucho’ y su esposa Soledad Acosta repasaban constantemente las fotografías de sus hijos, nietos y bisnietos, que tapizan la sala de su casa.




Soledad Acosta habla con nostalgia de las generaciones de niños y niñas que han estado a su cuidado en el hogar infantil La Mano de Dios de Palmitos.




Sentado bajo el caney de su casa, en la que alojó hasta setenta campesinos líderes y lideresas del Caribe colombiano.



“Yo incursioné en la política muy joven por el problema de la violencia –contó de manera pausada–. Mi papá, Francisco Antonio Pérez, era gaitanista. En el día lo acompañaba en sus labores agrícolas y en la noche a escondernos de la Popol (Policía Política)”.

De la calma pasó a la emoción al contar que aprendió a leer a los 12 años, junto a su hermano Adelmo Manuel y a su padre, quien no leía ni escribía pero siempre que podía llegaba a la casa con el semanario Jornada de los gaitanistas (seguidores del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán). “Nosotros lo leíamos en voz alta y mi papá hacía la réplica de todo lo que escuchaba a todas las familias de la zona”.

Decía que le aterraba reflexionar sobre esa época y ver lo cíclica que es la historia en Colombia. “La Popol fue la primera expresión de paramilitarismo que hubo en el país: iban por todos los territorios asesinando a liberales, como luego lo harían las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) con todo lo que les oliera a izquierda o a comunismo”.

Esa tarde, se levantó del taburete en el que reposaba para revisar sus archivos, que estaban en una habitación repleta de papeles amontonados, libros, fotocopias, manuscritos, cartas arrugadas y carpetas deshechas por el comején. Una documentación que cuenta con más de mil folios y que, desde 2017, hace parte del Archivo Virtual de Derechos Humanos, Memoria Histórica y Conflicto del CNM (Centro Nacional de Memoria Histórica) que cualquier persona puede consultar.


En esta foto tomada en junio pasado aparecen hijos, nietos y bisnietos de Jesús María Pérez y Soledad Acosta que sostienen una serie de fotografías, testimonio de la lucha campesina que emprendió este hombre.




María Luisa Ortega, madre de Jesús, y su principal maestra en la vida.



En este santuario, su lugar de reflexión y memoria, reflejaba toda su vitalidad. Era como si esta biblioteca, donde estaba condensada parte de su vida, fuera el medicamento para mantenerlo vivo. Allí, escondida entre varios papeles, encontró la foto de su madre María Luisa Ortega. ‘Chucho’ pasó gran parte de su infancia al lado de ella, quien sobre todas las cosas le enseñó el valor de compartir. En su casa siempre había un plato de comida para el peregrino. “En casa aprendí a ser solidario. Mi papá no era rico pero lo poco que tenía lo compartía”, dijo.

Luego contó que su mamá se encargaba de la educación y su papá se dedicaba a las labores del campo y a la política. “Mi madre siempre decía: ‘En la casa del jabonero, el que no se cae por lo menos se resbala. Entonces dime con quién andas y te diré quién eres’”, recordó él, quien constantemente les repetía esas mismas frases a sus nietos y bisnietos. De su unión con Soledad nacieron 14 hijos; 12 de ellos están vivos. 


Soledad Acosta cuando trabajó como madre comunitaria.



El destino unió a Jesús María Pérez y a Soledad Acosta cuando él tenía 21 años y ella, 16. Los dos son el retrato de las grandes luchas campesinas en los Montes de María: una región del Caribe colombiano que se extiende por los departamentos de Bolívar y Sucre, protagonista de un profundo conflicto de tierras por cuenta del accionar de los grupos paramilitares y guerrilleros. Soledad fue la primera madre comunitaria de San Antonio de Palmito, legado que hoy asume su hija Sara. Las pocas paredes de barro y cemento que hay en el caney en el que viven, conservan marcas de los niños que han pasado por allí.

‘Chucho’ y Soledad eran la ilusión viva del amor, el respeto y la convivencia. Ninguno habría llegado adonde llegó, sin el otro, como ambos repetían. Aunque ninguno de los dos estudió, escribieron juntos cinco libros. Uno de ellos es Luchas campesinas y reforma agraria, en cuyo prólogo Gonzalo Sánchez, director del CNMH, se refirió a su autor como “el mejor ejemplo de persistencia de esos viejos líderes que empezaron sus luchas a comienzos de la década de los setenta. Él ha resistido con fortaleza y decisión los golpes que sufrieron las zonas rurales de la costa Atlántica en estos años, y ha manejado con sabiduría popular los destinos de la organización campesina en medio de complejas presiones de los actores armados”. 


“Estoy preparado para realizar un debate abierto a la academia”, dijo mientras sostenía sus apuntes, manuscritos e informes sobre los problemas de la tierra en Colombia.




Familia Pérez Acosta junto al caney de 80 años de construcción, donde han vivido más de 11 generaciones de este clan.



‘Chucho’ y Soledad estuvieron 63 años juntos, tiempo que dedicaron a la lucha campesina y al cuidado de la familia. Con gran parte de ella, vivían en la casa que reconstruyeron tres veces y que en la parte trasera tiene un cobertizo sin paredes, sostenido por palos y horcones, y con techo de paja, que fue siempre el lugar de reunión. Allí el café, oscuro como la noche, se prepara en leña y tiene el sabor dulce de la felicidad que irradia el clan Pérez Acosta.  


Vea más fotografías de esta historia

El roble de los Montes de María

Daniel Sarmiento

El roble de los Montes de María

Daniel Sarmiento

El roble de los Montes de María

Daniel Sarmiento

El roble de los Montes de María

Daniel Sarmiento

El roble de los Montes de María

Daniel Sarmiento

El roble de los Montes de María

Daniel Sarmiento




Anterior Artículo HOME Siguiente Artículo