Recuerdos de selva

¿Es posible olvidar las marcas del secuestro?

Olor a pólvora

Los hostigamientos de la guerrilla, así como las tomas sangrientas a pueblos, casi siempre fueron la antesala al secuestro de militares y policías.

No era la primera vez que Jimmy Darío Plazas Barahona estaba frente a un hostigamiento de la guerrilla. Para esa época –1999– las tomas a pueblos eran un asunto rutinario. Sin embargo, ese viernes 16 de abril, Jimmy sintió que podía morir. 150 hombres y mujeres del Frente 45 de las FARC habían destruido la Estación de Policía, y él se encontraba bajo los escombros: “Lo único que yo le pedía a Dios era que no me encontraran”, dijo. Pero pocos minutos antes de las seis de la mañana, casi 12 horas después de resistir al embate, fue hallado malherido bajo una columna. Jimmy duró 792 días secuestrado.

Transcurría un día normal, durante la madrugda había hecho un turno...

Para finales de la década de los noventa y principios del milenio, Colombia se acostumbró a ver por televisión los reportes que mostraban las ruinas de las estaciones de Policía, en casi todo el país: Puerto Rico (Meta), Mitú (Vaupés), Miraflores (Guaviare) y Campo Dos (Norte de Santander) … Luego, pasaban el listado de las personas que habían sido secuestradas y una foto en miniatura. Los familiares, por su lado, comenzaron a hacer manifestaciones y a exigir “canje humanitario” y, cada tanto, los comandantes guerrilleros enviaban pruebas de supervivencia de los cautivos. Pero, hasta ese momento, las condiciones de vida en la selva, y los detalles bélicos de las tomas, eran aristas poco conocidas por la opinión pública.

el 23 de abril de 1999 me encontraba de comandante de la estación de policía...

Allá los compañeros me recibieron con mucha seguridad... Eso fue impactante, traumatizante

El momento más crítico del secuestro, posiblemente, fueron las horas previas. La incertidumbre por la sobrevivencia, el miedo a la muerte, la ansiedad por disparar, el desespero de ver a tus compañeros heridos o muertos, la frustración, la impotencia, porque se acaba la munición, el dolor, la posibilidad del suicido, el olor a pólvora y a sangre. Por eso, aunque los hostigamientos estén frescos en la memoria, son difíciles de narrar.

Escuchamos rafagazos... al helicoptero le pegaron 7 tiros de AK47...

Por lo general, quienes cuentan esos episodios, siempre comienzan con el dato exacto de la fecha y el lugar del hostigamiento: “21 de mayo del 98. En Morales, departamento de Bolívar. Esa noche se había impartido la orden de emboscarnos, (…) por información que había llegado al pueblo, acerca de una posible toma al municipio”, dijo Antonio Erira, suboficial del Ejército. Se memorizan las cifras: número de guerrilleros, número de muertos, número de policías y soldados que resistieron, hora exacta en la que son capturados por la guerrilla. Las cifras, no lo dicen, pero es fácil suponerlo, da veracidad a lo que cuentan, a la historia que da comienzo a los años más difíciles de sus vidas.

El 21 de mayo del 98 en Morales en el departamento de Bolívar... Informaciones habían llegado al pueblo de una posible toma