Recorridos por los paisajes de la violencia en Colombia

Zona de litoral

Nuestro recorrido inicia en el litoral de los Montes de María, concretamente en San Onofre, uno de los más antiguos municipios del departamento de Sucre caracterizado por sus extensas y fértiles llanuras. Estas tierras se constituyeron, en el marco del conflicto armado, en el lugar de asentamiento del Bloque Héroes de los Montes de María de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), y más concretamente de su Frente Golfo de Morrosquillo.

No hay consenso sobre los motivos que ocasionaron la llegada de las autodefensas a la zona hacia mediados de la década de los noventa, pero lo cierto es que la presencia del Bloque Héroes de los Montes de María terminó apuntando en tres direcciones: la confrontación con la insurgencia y con quienes percibían como sus colaboradores; el control de los mercados ilegales de drogas y armas; y una estrategia de despojo cuyo principal interés era revertir las victorias de los movimientos campesinos, desplazar a la población y abrir paso a los proyectos económicos de gran escala de las élites tradicionales de la región y del país.

Al final, el Frente Golfo de Morrosquillo terminó regulando e incidiendo sobre la totalidad de las esferas de la vida diaria de la población. El resultado fue la consolidación de un nuevo y complejo orden social que revistió características racistas, machistas y heteronormativas; quienes lo quebrantaban eran fuertemente reprendidos con repertorios de violencia que incluían el trabajo forzoso, el escarnio público, la violencia sexual, la tortura y la muerte.

Conflicto en San Onofre, Sucre. María Alejandra Arango para CNMH, 2016.

Taller de cartografía y recorrido vereda La Pelona, San Onofre. Celia del Pilar Páez para CNMH, 2016.

Podría decirse que el eje central del control paramilitar se ubicó en torno a los campamentos del grupo armado, destacándose principalmente los lugares de asentamiento de Rodrigo Mercado Pelufo, alias Cadena, y el de su lugarteniente Marco Tulio Pérez Guzmán, alias El Oso, dos de los máximos comandantes del Bloque Héroes de los Montes de María quienes además de coordinar las actividades militares del grupo armado se encargaron de controlar y dirigir la vida cotidiana de la población de la región.

Área de influencia de Cadena

Hacienda El Palmar

Ubicándonos en la cabecera municipal de San Onofre, a tan solo siete kilómetros tomando la vía que conduce al mar, nos encontramos con El Palmar, una hacienda de 2.500 hectáreas conocida también como El Caucho.

Cartografía de El Palmar, Taller de Memoria. Foto por Javier Díaz para CNMH, 2016.

El Palmar se consolidó desde 1997 como el eje de operaciones del Bloque Héroes de los Montes de María. Aquí Cadena, Edwar Cobos Téllez, alias Diego Vecino y sus aliados no solo se instalaron, sino que planearon la mayor parte de las acciones del grupo y desarrollaron un complejo campo de exterminio y control cuya incidencia sobrepasó las fronteras de San Onofre e, incluso, las de los Montes de María.

Los habitantes de la zona relatan cómo el predio pasó a ser percibido como un lugar de castigo y horror, pues quienes cruzaban su puerta difícilmente volvían a ser vistos. Al lugar eran llevadas personas acusadas de ser guerrilleras, presuntos ladrones, personas tildadas de conductas homosexuales, mujeres acusadas de ser infieles, entre otras.

Puerta de entrada a El Palmar. Colectivo de Comunicaciones de Montes de María para CNMH, 2016.

Dentro de la finca se dispusieron lugares de violencia sexual, espacios de tortura, fosas comunes e incluso, un lago de caimanes al cual eran arrojadas las personas. Pero, quizá, el lugar más recordado por la población de San Onofre y sus alrededores es un enorme árbol de caucho, cuyas raíces aéreas y brillantes hojas ovales se destacan majestuosas desde la distancia. Este árbol fue elegido por Cadena para colgar, torturar y poner fin a la vida de cientos de personas a lo largo de los cerca de siete años que duró la ocupación paramilitar en la finca.

La finca dejó de ser ocupada tras la desmovilización de los grupos paramilitares en 2005, pero El Palmar y sus caminos aún se recuerdan como lugares del horror en la geografía sanonofrina.

Árbol de caucho. Hacienda El Palmar, San Onofre (Sucre), 2015. Fotografía: © Juan David Ortiz.

Un habitante de la zona relata que:

A pesar de que hoy un dueño cogió una parte y la peló y se ve muy bonita (…), a mí me da temor. Por lo menos yo no entro a esa finca, y solo menos, porque todavía le tengo miedo (…). Mucha gente va y de pronto trabajan ahí, hacen su trabajo, pero entran juntos y salen juntos (…). Nadie se queda ahí ni va a hacer un ranchito porque todavía hay miedo en esta zona a pesar de todo lo que ha pasado y que ya se puede caminar.CNMH, hombre adulto, testimonio, San Onofre, 2016.

Si bien el nombre de la finca El Palmar retumba hasta hoy en la memoria de la población, incluso más allá de los Montes de María, como un lugar del horror paramilitar, los principales impactos de este grupo se vivieron alrededor de la parte sur del municipio, principalmente en la cabecera municipal y los corregimientos de Higuerón, Rincón del Mar, Aguas Negras, Berrugas y Berlín.

Posiblemente una de las razones de la pervivencia de ese horror en torno a El Palmar radica en la ausencia de investigaciones que permitan conocer los rostros de la totalidad de responsables y la verdadera magnitud de lo que allí sucedió. La Fiscalía exhumó 75 cuerpos en 2005, pero las investigaciones judiciales cesaron al poco tiempo a pesar de que los habitantes de San Onofre denuncian que el número de cuerpos allí enterrados puede sobrepasar los 500. Hoy la finca continúa escondiendo tras sus cercas las heridas que los años del horror paramilitar dejaron en los cuerpos y territorios de los Montes de María.

Vereda La Pelona

Frente a El Palmar, dentro del corregimiento de Higuerón, se halla la vereda La Pelona, un antiguo poblado que durante años estuvo bajo el dominio paramilitar con el objetivo de despejar el camino que conducía desde la zona de montaña hasta la salida al mar.

Lago de La Pelona - Colectivo de Comunicaciones de Montes de María para CNMH, 2016.

En 1997 el grupo de Cadena asesinó a Andrés Barón, uno de los líderes de la vereda. Esto ocasionó el vaciamiento del caserío, el cual se convirtió en un lugar de castigo. Desde entonces este lugar y los caminos que lo conectan pasaron a ser percibidos como rutas y recorridos de la muerte.

Adicionalmente, los hombres de Cadena se apropiaron del de la vereda, un cuerpo de agua de unos 120 metros de largo y 80 de ancho que fue construido por la comunidad con el fin de irrigar sus cultivos e iniciar en él un proyecto piscícola que contribuyera a la estabilidad laboral y económica del territorio. Este lago era, sin lugar a dudas, el centro de la vida comunitaria en la región.

Cuentan sus habitantes que:

En ese entonces su comandante Cadena, que comandaba esto, convirtió el lago en una zona de criadero de pescado de sábalo. Y el área de producción que nosotros teníamos, que es esa que les estamos mostrando, la convirtió; ahí sembró yuca, ají, berenjena. Entonces, ¿qué pasaba con eso? Las personas de Berrugas, de Rincón, de San Onofre y sus alrededores a veces, cuando cometían una falta, eran castigadas. Por eso nosotros le llamamos zona de castigo. Eran castigados y sus culpas las venían a pagar aquí. ¿De qué forma las pagaban? Unos recogían ají, otros tiraban los machetes a tierra de cultivo, otros limpiaban el sucio que salía en el lago y muchas mujeres que venían de esa zona de castigo, después de que pagaban su condena, eran violadas por los hombres del señor.CNMH, hombre adulto, testimonio, San Onofre, 2016.

Cuando las personas de la comunidad pudieron regresar a La Pelona buscaron reapropiarse nuevamente de la vereda. Retiraron los sábalos, pusieron en marcha un proyecto de truchas e iniciaron actividades agrícolas en el marco de una iniciativa comunitaria llamada Coagropel. El Colectivo de Narradores y Narradoras de la MemoriaEl colectivo está compuesto por un grupo de jóvenes y adultos de las veredas La Pelona y Sincelejito que desarrollaron una iniciativa radial para difundir y preservar la memoria en sus regiones. desarrolló el Centro de Producción Radial, una iniciativa con la que se pretende alcanzar unas condiciones de vida dignas para quienes retornaron y sanar las heridas que dejaron los años de ocupación armada en su territorio.

Corregimiento Rincón del Mar

A poco más de 15 minutos en moto de El Palmar y La Pelona nos encontramos con el corregimiento de Rincón del Mar, una apacible comunidad pesquera organizada a lo largo de una de las playas cercanas al Golfo de Morrosquillo.

Hace unos años la tranquilidad de esta comunidad se vio afectada con la llegada de las AUC a San Onofre, pues este se convirtió en el puerto de embarque y desembarque de cargamentos de armas y drogas. También fue usado como lugar de descanso de algunos miembros del grupo armado.

Bajo el control de Cadena se estableció un complejo orden social que condicionó el tránsito de la población por sus calles, profundizó las violencias de género y estableció jerarquías en razón de las diferencias étnicas, lo cual trajo consigo fuertes prácticas discriminatorias y violentas en contra de las mujeres, la población LGBTI y lo afro en una comunidad mayoritariamente afrodescendiente.

Plano Rincón del Mar. Fuente Mujeres y guerra, víctimas y resistentes en el Caribe colombiano, Centro Nacional de Memoria Histórica, 2011.

Sin duda, la geografía del corregimiento hizo de Rincón del Mar un escenario ideal para el tráfico de drogas y la permanencia de los armados, pues sus playas se ubican literalmente en un rincón del Mar Caribe y se encuentran rodeadas por espesos manglares que dificultan el acceso; la única forma de ingresar es a través de una estrecha carretera destapada. Aquí es posible identificar al menos dos lugares emblemáticos del horror paramilitar: la zona de playa conocida como La Boca y las vías públicas del corregimiento.

Playa de La Boca. GoogleMaps

Podría decirse que La Boca constituye uno de los ejes de la vida en Rincón. Se trata del lugar en el que desemboca la carretera que lo conecta con su cabecera municipal y en torno a esta playa están dispuestas las pocas calles que componen el corregimiento. Esta condición lo convierte en un punto importante para el comercio, tal y como lo evidencian las múltiples tiendas y negocios que rondan la playa y el hecho de que sea este el lugar en el que históricamente se han celebrado las festividades típicas del corregimiento como el Festival y el Reinado del Sol y el Mar, las cuales en su momento fueron administradas y controladas por los armados.

Según el informe Mujeres y guerraCNRR – Grupo de Memoria Histórica, (2011), Mujeres y guerra. Víctimas y resistentes en el Caribe colombiano, Ediciones Semana, Bogotá, con la llegada de los paramilitares La Boca no solo se convirtió en el lugar de operaciones relacionadas con el narcotráfico, sino en el espacio predilecto de Cadena para castigar a los pobladores del corregimiento y citarlos con el fin de mostrar su dominio y de difundir las características del orden social deseado por él.

Fue tan marcada la presencia de los armados en el corregimiento que algunos de sus miembros llegaron a tener casas dentro de sus límites. Estos espacios funcionaron como lugares de descanso de los armados desde los cuales se controlaba el orden establecido por los comandantes del Bloque.

En la memoria de sus habitantes aún perviven las dos casas de Cadena, cuya suntuosidad rompía con las características de las viviendas de un corregimiento en el que buena parte de su población vivía en condiciones de pobreza. También recuerdan el lugar de residencia de alias El Flaco, a quien no olvidan por sus prácticas violentas y estigmatizadoras dentro de las cuales se destacó haber rapado, a finales de 2004 y en medio de la vía pública, a tres mujeres acusadas de no ajustarse a los parámetros de sumisión y fidelidad exigidos por los armados.

Estas condiciones hicieron que los lugares de tránsito cotidiano y los escenarios públicos de este pequeño corregimiento sucreño pasaran a ser percibidos por sus habitantes como lugares de miedo cuyo tránsito pasó a evitarse a toda costa.

Es importante recordar que junto a la playa de La Boca se encuentra Balsillas, un lugar de descanso de dirigentes políticos y empresarios de Antioquia y del interior del país quienes, no parecieron enterarse ni verse afectados por la zozobra y el horror que vivieron sus vecinos durante los años de ocupación paramilitar.

Según lo planteado por la comunidad, hoy en día se ha logrado desligar a Rincón del Mar de su pasado de horror y se ha conseguido retornar, en buena medida, a las formas de vida que imperaban antes de la ocupación armada. Los habitantes ya no sienten temor al pasar frente a las que eran las casas de sus victimarios ni de permanecer en la zona de playa que fue invadida por ellos.

A pesar de ello, aún existe cierta preocupación, pues cada vez es más común la presencia de grupos armados posdesmovilización sin identificar que muestran interés en asumir los negocios que dejó el grupo de Cadena y, por tanto, constituyen una amenaza latente de retorno a aquellos días en que el horror marcó a este corregimiento.

Área de influencia de El Oso

El segundo hombre al mando de Cadena, Marco Tulio Pérez Guzmán, alias El Oso, era el encargado de mantener el orden paramilitar en la zona norte del municipio. Su dominio se centró en los corregimientos de Las Brisas, Libertad, Labarcés, Planparejo, Pajonal y parte de Higuerón.

Corregimiento Las Brisas

El lugar de asentamiento de El Oso se encontraba en la entrada de un pequeño caserío del corregimiento de Las Brisas llamado Alto de Julio, ubicado a 20 kilómetros de la cabecera municipal de San Onofre por la vía que conduce a Chichimán. Se trataba de un lugar estratégico que, por estar escondido tras una montaña, suponía una importante zona de retaguardia que a la vez facilitaba el movimiento de drogas y armas a través de una antigua ruta del narcotráfico en la región.

El campamento de El Oso se ubicó en un potrero donde se levantaba una pequeña casa naranja desde la cual el jefe paramilitar difundió el miedo y controló la vida de grandes poblaciones del norte de San Onofre. En esta zona es posible identificar dos lugares emblemáticos: una pequeña construcción de madera, ubicada detrás de su lugar de residencia, que fue escenario de violencia sexual contra mujeres; y el espacio donde en 2003 se dispuso un ring de boxeo para celebrar el cumpleaños de Cadena.

La pequeña construcción de madera era:

Un cuarto oscuro, sucio y pequeño que tenía el suelo de tierra y que disponía de una pequeña ventana o rejilla desde donde la mujer retenida ‘veía la luz’ a lo largo de su detención –que podía llegar a extenderse un poco más de una semana–, y a través de la cual se enteraba de que ‘El Oso’ se aproximaba o se alejaba. Este lugar no estaba amueblado en absoluto ni disponía de servicios sanitarios. Como se comentó en una entrevista: “No disponía de cama ni estera, muebles, sillas, mesas, baño”; se trataba de un cuarto desierto donde la víctima permanecía encerrada bajo llave y estricta vigilancia. CNRR- Grupo de Memoria Histórica, (2011), Mujeres y guerra. Víctimas y resistentes en el Caribe colombiano, TAURUS, Bogotá, página 160.

Esta práctica fue bastante conocida como una de las formas de castigo impuestas por el líder paramilitar a las mujeres de todas las edades acusadas de ser chismosas, de pelear, de desobedecer, entre otras conductas. No obstante, es importante mencionar que las diferentes violencias en contra de las mujeres y de la población LGBTI no tuvieron lugar únicamente como forma de castigo, ni los perpetradores fueron unos pocos. Este tipo de acciones se replican en diferentes regiones del país y se inscriben dentro de un sistema patriarcal que las legitima y que se ve profundizado por las relaciones de poder que se tejen en los contextos propios del conflicto armado.

Por otro lado, el boxeo ha sido uno de los deportes insignes de San Onofre, de sus veredas y corregimientos han emergido reconocidos campeones nacionales e internacionales que han llenado de orgullo y reconocimiento a la población. Además, se ha constituido como una alternativa en la cual las y los jóvenes depositan sus esperanzas de mejorar sus condiciones de vida y las de sus familias. Lo anterior puede explicar el impacto que tuvo en la población el hecho de que el grupo de El Oso se apropiara de esta práctica para organizar un evento boxístico que pretendió homenajear al temido líder Cadena en su cumpleaños.

El ring de boxeo fue dispuesto en el Alto de Julio en mayo de 2003 y se convirtió en uno de los hitos del horror paramilitar en los Montes de María. Según el informe Mujeres y guerraCNRR – Grupo de Memoria Histórica, (2011), Mujeres y guerra. Víctimas y resistentes en el Caribe colombiano, Ediciones Semana, Bogotá, se trató de un evento de dos días al que fueron convocados de manera forzada habitantes de distintos lugares de San Onofre quienes, además de pagar por el ingreso, debían comprar comidas y bebidas. En los combates no participaron profesionales del boxeo, sino mujeres y personas de la comunidad LGBTI, lo cual convirtió el evento en un escenario de identificación, burla, discriminación y violencia hacia lo considerado como diferente. Según se tiene conocimiento, también fueron obligadas a combatir aquellas personas del público que fueran señaladas aleatoriamente por El Oso.

Luego de este evento, cuentan los habitantes de la zona, tuvo lugar el asesinato, desplazamiento y desaparición de un importante número de personas de la comunidad LGBTI.

Corregimiento de Libertad

El corregimiento de Libertad fue uno de los más afectados por el dominio paramilitar debido a su cercanía con el lugar de campamento de El Oso y por las múltiples vías de comunicación terrestres y marítimas que lo convierten en un punto estratégico desde el punto de vista militar y económico.

El control del grupo de El Oso en Libertad se tradujo en castigos, asesinatos selectivos, masacres, violencia sexual, restricciones al movimiento, entre otros.

La plaza central fue uno de los lugares emblemáticos del horror paramilitar, pues se convirtió en un recurrente lugar de castigo al que eran llevadas las mujeres acusadas de desobedecer a sus parejas o a los armados, de ser infieles, chismosas o de cualquier otra conducta reprochada por quienes controlaban la zona. Las formas de sanción incluían actividades como transitar con letreros colgados que delataban la falta cometida, barrer la plaza central y ser azotadas en la vía pública.

Según Mujeres y guerraCNRR – Grupo de Memoria Histórica, (2011), Mujeres y guerra. Víctimas y resistentes en el Caribe colombiano, Ediciones Semana, Bogotá, uno de los eventos más recordados por la población fue el reinado de belleza celebrado en 2003 en el marco de las festividades de Semana Santa en la plaza central de Libertad. A este evento asistieron candidatas de distintos corregimientos y veredas, varias de las cuales eran menores de edad. Según se ha establecido, algunas participantes fueron víctimas de violación por parte de El Oso, mientras que otras fueron amenazadas y obligadas a desplazarse. El evento fue financiado en buena medida con los aportes que fueron exigidos a los habitantes de la región.