Prefacio - Jody Williams

Nobel de Paz

A finales de 1991 me preguntaron si aceptaría el reto de crear una campaña desde la sociedad civil para presionar a los gobiernos a que prohibieran las Minas Antipersonal. En aquel momento mis primeros pensamientos fueron “¿Por qué las Minas Antipersonal? ¿Por qué no las armas nucleares?”

Es un honor haber sido invitada a escribir la introducción de este importante informe sobre el impacto de las Minas Antipersonal en Colombia, uno de los países más minados del mundo. Es particularmente relevante hacerlo en este momento teniendo en cuenta que el país deja atrás más de cinco décadas de conflicto armado y emprende el camino hacia una paz duradera para todos los colombianos. Por supuesto parte de la construcción de una paz sostenible es la remoción de las Minas Antipersonal para que en años, no décadas, el pueblo colombiano pueda caminar sin temor.

A finales de 1991 me preguntaron si aceptaría el reto de crear una campaña desde la sociedad civil para presionar a los gobiernos a que prohibieran las Minas Antipersonal. En aquel momento mis primeros pensamientos fueron “¿Por qué las Minas Antipersonal? ¿Por qué no las armas nucleares?” Todo el mundo reconoce que las armas nucleares son una amenaza a la existencia de la humanidad, pero ¿las Minas Antipersonal?

Había conocido a personas heridas por Minas Antipersonal durante mis años de trabajo en El Salvador y en Nicaragua, así como víctimas afectadas por otras armas y otras tácticas de guerra. A mi modo de ver, las Minas Antipersonal no se habían destacado como armas particularmente perniciosas.

Sin embargo –como lo delinea clara y vivamente este informe– solamente se necesitan unos minutos de explicación para entender claramente la diferencia entre las armas de fuego, por ejemplo, y las Minas Antipersonal. Una guerra se termina y las armas dejan el campo de batalla con los combatientes. Las Minas Antipersonal no. Ellas permanecen donde fueron instaladas y continúan cobrando vidas y extremidades por décadas después de la terminación de un conflicto.

Las Minas Antipersonal han sido nombradas de diferentes formas. Soldados eternos. Semillas mortales. Armas de destrucción masiva a cámara lenta. Como lo indica claramente este informe, son todo lo anterior y aún más. Las Minas Antipersonal son armas de terror, fueron diseñadas para mutilar un enemigo y causar pánico entre los combatientes que lo rodean. Normalmente, las lesiones causadas por estas armas requieren más atención médica, más transfusiones de sangre y más rehabilitación después de cirugías que otras heridas causadas por otros tipos de armas. En otras palabras, los combatientes heridos por Minas Antipersonal pueden superar la capacidad de un sistema logístico militar.

Donde las Minas Antipersonal han sido usadas de manera extensiva, especialmente en zonas rurales pobres como es el caso de Colombia, la devastación puede ser difícil de imaginar. Con frecuencia, las personas heridas por minas tienen extremas dificultades incluso en obtener atención médica, y si lo logran, los servicios médicos ofrecidos son muy limitados. Las víctimas de Minas Antipersonal requieren generalmente de toda una vida de cuidados que pone aún más cargas sobre familias que tienen muy poco.

Las Minas Antipersonal pueden igualmente generar grandes extensiones de zonas “prohibidas” pues las personas no tienen certeza de dónde pueden estar y no se atreven a usar el territorio. La tierra sin uso productivo puede paralizar a las comunidades y tener un impacto negativo en el desarrollo de las áreas que estén minadas o que se teme que estén minadas.

Este informe cubre todos estos aspectos sobre el impacto de las Minas Antipersonal en los individuos, sus familias, las comunidades enteras y regiones que están plagadas de estos asesinos indiscriminados. Registra la historia de esta horrible arma en Colombia y la cuenta a través de los relatos de algunas de las personas sobrevivientes.

Cuando lanzamos oficialmente la Campaña Internacional contra las Minas Antipersonal (ICBL por sus siglas en inglés) en octubre de 1992, nuestra campaña exigía un tratado internacional que prohibiera el uso, la producción, el comercio y el almacenamiento de las  Minas Antipersonal y el aumento de recursos para el desminado humanitario y la atención a las víctimas. En septiembre de 1997 –hace veinte años– las negociaciones del tratado se concluyeron con éxito en Oslo, Noruega, y los días 3-4 de diciembre, 122 países firmaron el Tratado sobre la Prohibición de Minas en Ottawa, Canadá.

Observando la situación actual de las Minas Antipersonal en Colombia, puede resultar difícil reconocer los enormes cambios logrados gracias a la creación del tratado. Sin embargo, es importante dedicar unos instantes y considerar lo que se ha logrado. No solamente el tratado prohibió completamente las Minas Antipersonal, también fue el primer tratado internacional en exigir a los países destinar recursos para la atención a las víctimas y obligar a los gobiernos a desminar sus territorios.

Aunque las minas han sido usadas recientemente en un limitado número de conflictos, en países como Siria, Yemen y Ucrania, la estigmatización del arma como resultado de la prohibición completa de las Minas Antipersonal ha cambiado dramáticamente la manera cómo el mundo percibe las Minas Antipersonal y su uso. El año pasado, por primera vez, el Monitor de Minas Antipersonal de la ICBL no registró ningún uso de Minas Antipersonal por parte de las FARC. Hoy, 162 países son parte del tratado y hasta países como Estados Unidos y China, que no han firmado el tratado, han cambiado sus políticas como resultado de la prohibición.

Si bien la universalización del tratado sigue siendo una meta clave, la atención se ha centrado de manera significativa en la acción contra minas y la asistencia a las víctimas. Como se ha indicado anteriormente, ambas áreas hacen parte del Tratado sobre la Prohibición de las Minas. Desde el inicio del movimiento, más de ocho mil millones de dólares han sido recaudados para ayudar a los países afectados en el desminado humanitario y la asistencia  a las víctimas y aunque es una cifra impresionante, cabe señalar que la gran mayoría de esos recursos se ha destinado al desminado. Abordar los derechos y las necesidades de las personas sobrevivientes de las Minas Antipersonal ha sido relegado a un segundo plano.

Uno pensaría que atender a las víctimas debería ser la prioridad número uno pero este no ha sido el caso. Lo anterior podría atribuirse al hecho de que el desminado es, en muchos aspectos, “más fácil” que abordar los múltiples niveles de asistencia que las personas sobrevivientes requieren. En el desminado es más fácil “medir” los resultados frente a los recursos usados. Una vez la mina es eliminada y destruida, no se tiene que volver a pensar en ella otra vez, además de que desminar un país significa que no habrá nuevas víctimas. No obstante, con respecto a las personas sobrevivientes de Minas Antipersonal, los costos y los resultados son más complejos y más difíciles de medir.

Como se ha señalado anteriormente, desde el momento en que una persona detona una mina los problemas comienzan y, para la mayoría, las secuelas permanecerán el resto de sus vidas. En áreas rurales donde los centros médicos son escasos, en caso de que existan,  puede tomar horas o incluso días llegar a ellos. Los sobrevivientes de Minas Antipersonal generalmente necesitan más cirugías y más sangre que otras personas heridas. También requieren prótesis y órtesis, así como servicios de rehabilitación para aprender a usarlos y cuidarlos. Los dispositivos prostéticos se desgastan y necesitan ser reemplazados. Imagine si la víctima es una niña pequeña; cuando vaya creciendo necesitará nuevas prótesis que se ajusten a su crecimiento. Y estas son apenas las necesidades “inmediatas” que una persona sobreviviente requiere suplir. 

Los familiares de las víctimas de Minas Antipersonal también pueden sufrir graves consecuencias producto del incidente. Si, por ejemplo, el padre de familia resulta herido, de manera frecuente él no puede volver a su actividad productiva ni sostener a su familia, lo que puede llevarlos de vivir en la pobreza a la miseria. Niños y jóvenes heridos afrontan una vida con posibilidades limitadas. Si un número importante de personas de una cierta comunidad resulta herido, esto tendrá un impacto en la comunidad en su conjunto y si un número importante de comunidades resulta afectado, esto tendrá un impacto importante en una región o en un país entero.

Como lo documenta claramente este informe, la magnitud del problema de las Minas Antipersonal en Colombia es tal que individuos, comunidades y regiones del país han sido gravemente impactados por el uso de las minas. Sin embargo, no es una situación sin remedio.

Cada vez que voy a Colombia las personas me preguntan sobre la posibilidad de una Colombia sin minas. A pesar de que los retos del desminado pueden parecer completamente abrumadores, es una lucha “que se puede ganar”. Desde que el Tratado sobre la Prohibición de Minas se volvió norma internacional vinculante el 1 de marzo de 1999, docenas de países han logrado la meta de estar libres de las Minas Antipersonal.

Mozambique, por ejemplo, fue uno de los países más minados de África, sin embargo, al final de 2015 fue oficialmente declarado libre de minas. Con diligencia y dedicación, Colombia también formará parte del creciente número de países libres de minas. Con suficiente voluntad política y apoyo internacional, Colombia logrará cumplir para el 2021 el plazo establecido en el tratado.

 

 

 

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